14 julio, 2011

Parasháh  Pinjás
Lectura de la Toráh: Ba Midbár/En el desierto/"Núm."25:10-30:1
Lectura de la Haftaráh: 1ª Reyes 18:46-19:21
14 DEL MES CUARTO DEL 5772/16 DEL MES DE JULIO DE 2011
Por Julio Dam
Rébe Mesiánico

COMENTARIO DE LA PARASHÁH

“CÓMO GENERAR UNIDAD” 

 En esta parasháh, Pinjás, nieto del Primer Sumo Sacerdote Aharón, mata a un israelí y a su amante midianita, adoradores de un ídolo abominable
(Be Midbár/En el desierto/”Núm.” 25:1-8)
y Elohím para el castigo a todo Israel por la justa acción de Pinjás.
 ¿Cómo se puede entender la complacencia de ADONÁI
en matar a dos personas, una de ellas de Su Propio Pueblo Elegido?
Dice en Ro. 8:6: “Porque la intención de la mente es muerte, pero la intención del Rúaj es vida y shalóm”.
     Cuando juzgamos lo que leemos o lo que nos sucede con nuestra mente, como dice Romanos, el resultado es muerte espiritual y mental; pero cuando tratamos de entender con el Rúaj,
el resultado es vida espiritual y shalóm.
Así como no entendemos lo que hizo Pinjás, así tampoco entendemos ni discernimos lo que nos sucede a nosotros, ni lo que les sucede a nuestros miembros de nuestra familia, hermanos en la fe o amigos personales, porque juzgamos, discernimos enteramente con nuestra mente en vez de con nuestro rúaj, teniendo, como tenemos, a Ieshúa viviendo dentro nuestro.
La disposición de la mente, aún la de aquella que está con Elohím y que está siguiendo o tratando de seguir a Ieshúa, es de conflicto. Generamos conflicto queriendo, sin querer, o “sin querer, queriendo”, pero el conflicto se genera, ya sea que queramos o no.

LAS DOCE “HABILIDADES” MÁS COMUNES PARA CREAR DIVISIÓN

Generamos conflicto y división por las siguientes doce “habilidades”:
1.   Comenzando discusiones.
2.   Creando grupitos de influencia, ya sea en la familia o nuestra sinagoga mesiánica
y enfrentándolos entre sí.
3.   No perdonando, sino siguiendo en nuestros antiguos “problemitas” con los que nos rodean.
4.   “Distribuyendo” chismes, algo que, algunos ni siquiera lo consideran como tal, sino que creen que “sólo estoy hablando de lo que me pasó”.
5.   Traicionamos, con nuestra lengua o con nuestros actos a personas que
 nos han ayudado en muchas maneras en el pasado.
6.   Hablamos mal a propósito de nuestras autoridades (a escondidas), mientras abiertamente los alabamos. (Una doble estocada en la espalda).
7.   Ponemos a una persona en contra de la otra.
8.   Mentimos a sabiendas que no es cierto lo que estamos diciendo.
9.   Somos racistas o elitistas, creando grupos de influencia donde antes no existían.
10.       Usamos “nuestra justa ira” contra los demás como una excusa para evitar el contacto.
11.       Tenemos una actitud de “Yo tengo razón; tú estás equivocado”
 en todo lo que pensamos, decimos y hacemos.
12.       Actuamos sin preocuparnos cómo nuestras palabras o actos van a afectar a los demás.

Dijo el Rav Shául en 1a Co. 11:17: “Pero esto los denuncio y no los alabo,
 ya que no para mejor sino para peor se reúnen”.

Todos tenemos nuestras propias ideas para todo, diferentes culturas,
diferentes hábitos y maneras de hacer las cosas, que consideran la mejor.
Como resultado, la desunión es la regla y no la excepción.
Tenemos la tendencia, ya sea en la sinagoga mesiánica o en nuestro empleo, o al pensar o hablar de las religiones que nos rodean, de generar categorías opuestas entre sí:
“los que sabemos algo”
 versus “los nuevos, que son carnales y no entienden nada”;
 “los superiores” versus “los inferiores”;
“los educados” versus “los ignorantes”;
“los ricos” versus “los pobres”;
 “los que caminamos bien” versus “los judaizantes”;
“esta religión” versus “mi religión”;
 “esta denominación” (que está muy mal)
versus “mi denominación (que está, claro, muy bien)”;
en otras palabras:

“nosotros” versus “ellos”.
¡Claro está que nosotros siempre estamos en la primera categoría y no en la segunda!
 Y si estuviésemos en la segunda categoría en algo, ¡no lo mencionaríamos para nada!
Si deseamos lograr la unidad,
 debemos poner nuestro esfuerzo en aceptar o adaptarnos a lo que se enseña en nuestra sinagoga mesiánica (mientras no vaya en contra de la Toráh de Elohím),
 a pesar de que todos somos diferentes,
mientras nuestra meta debería ser el tener un deseo común
de servir y mantener una buena relación con las autoridades,
los hermanos/as, nuestra familia, amigos personales, y compañeros de trabajo.
Y si viviésemos en un mundo o asistiéramos a una sinagoga mesiánica
donde no habría estas divisiones,
 ¡las CREARÍAMOS nosotros, porque ÉSA
 es nuestra naturaleza mental y emocional!
Todas estas tendencias y categorías sólo sirven para separar,
para crear división y evitar así, que, algún día,
de alguna forma, exista unidad en nuestra sinagoga mesiánica.
Es todo parte de nuestra manera de ser mental, que no viene de Elohím.
Sin embargo, si lo meditamos un poco en privado,
 donde nadie nos pueda leer los pensamientos,
¡veremos que “YO, el mejor” soy tan pecador y tan “esto” o “aquello”
 como el otro/los otros, a quienes nos pasamos criticando,
sólo que en áreas diferentes a nosotros!
Usted puede que sea muy inteligente o muy hermosa,
pero tiene éste o aquél defecto, diferente al defecto de quien está criticando,
 pero también tiene defectos, ¡sólo que son otros,
por lo que TODOS somos “inferiores” en algún sentido u otro!
    
¿Cuál es el camino, entonces, hacia la Unidad en nuestro matrimonio, familia, sinagoga mesiánica?

1.   Debemos DECIDIR ser otras personas, no las que somos ahora, sino judíos mesiánicos de los cuales Elohím pueda estar contento.
¿No le gustaría que Elohím lo felicitara por algo que usted pensó, dijo o hizo?
 ¿O, usted cree que Elohím NO SABE lo que usted piensa, dice o hace?
La decisión firme es lo primero.
 Sin ella, sólo hay “buenas intenciones”
como las famosas:
 dejar de comer “a fin de año” o “el próximo lunes”.
2.   Debemos DECIDIR cambiar nuestros PENSAMIENTOS, ACTITUDES Y CORAZÓN (PAC, para recordarlo más fácilmente).
¡Pida en oración, TODOS LOS DÍAS que Elohím cambie sus PACs!
 ¿Cree usted que Él no lo hará, si ve que usted es sincero al respecto?
Dice en Fil. 2:1-3: “Por tanto, si hay en vosotros alguna consolación en Mashíaj; si algún consuelo de ahaváh; si alguna comunión del Rúaj; si alguna ternura y misericordia, cumplid mi gozo; que sientan lo mismo, teniendo una misma ahaváh, unánimes, sintiendo una misma cosa. No hagan nada por contienda o por ambición egoísta; sino, en humildad, estimándosse inferiores los unos a los otros; no mirando cada uno a lo que es suyo, mas a lo que es de los otros”.
3.   No hagan nada por ambición egoísta.
         Una de las razones por las cuales hay disensiones y divisiones en la sinagoga mesiánica es porque sus miembros tienen “ambición egoísta”, de la que surgen conflictos. Esto es el caminar en nuestra mente y en nuestros deseos egoístas. Cuando uno se mueve impelido por estos deseos, los grupitos se forman casi “naturalmente”. Las divisiones y las disensiones no surgen por éste o aquel tema dogmático, sino por nuestro ego y nuestros deseos de sobresalir por encima de los demás y de “tener un puesto” en la sinagoga. Nos rehusamos a acatar las sugerencias de nuestros rabinos o hermanos de la sinagoga; nos rehusamos someternos los unos a los otros, por orgullo personal. Lo único que sí aceptamos es nuestras propias opiniones, aún cuando no seamos expertos en ése tema o en ninguno. Dice en Mishléi/”Prov.” 6:16: “Hay seis cosas que ADONÁI odia, seis que son detestables para Él, pero la séptima es una abominación para Su Alma: ojos orgullosos, una lengua mentirosa…y un hombre que incita a la disensión entre los hermanos/meshaléaj medaním béin ajím/Myxa Nyb Myndm xlsmw”.
         No podemos buscar “la unidad” por medio de lograrla “a MI manera”.
El enemigo está listo para alentar a aquellos que insisten en hacer las cosas “a Mi manera”, ya que éste es su estilo desde el principio del Universo. Debemos abandonar los deseos egoístas y las ambiciones personales, por medio de pedir y obtener el “Ir’ át ADONÁI/Temor a ADONÁI”, y por medio de Él, tener sumisión a nuestros rabinos mesiánicos y servir a Elohím con un corazón humilde y lleno de dulzura y de preocupación hacia los demás.
4.   No hacer nada por orgullo.
El orgullo es una de las debilidades del hombre y su naturaleza mental. El hombre no puede lograr la unidad por el orgullo en su corazón. Irmiáhu/”Jer. 17:9 dice que nuestro corazón es engañoso sobre todas las cosas. En Mt. 20:20-28 vemos cómo la madre de Iaakóv e Iojanán trató de “conseguir un puesto” para sus hijos en el futuro. El luchar por ser primero, o por ser más importante o más famoso es orgullo. Ieshúa, en cambio, siendo Elohím mismo, se hizo nadie y vino a vivir entre nosotros, que no somos nada, haciéndose Él nada entre nosotros. Esta es la naturaleza de un verdadero líder espiritual. Nosotros debemos imitarlo, no con nuestra mente, porque ésta no puede imitar las cosas espirituales, sino dejar que Ieshúa se mueva dentro de nosotros, por medio de nuestra voluntad y de nuestra ambición espiritual de crecer continuamente. En cambio, el liderazgo humano sólo trae conflicto de intereses y disensión.
5. Considere a los demás como mejores que usted.
Vivimos en una época que levanta al individuo por encima de todo y de todos, que venera el dinero y la fama, y exalta los deseos egoístas de cada uno, sin tener en cuenta a los demás. El considerar a los demás como mejor que uno está directamente en contra de todos estos “mémes”, virus mentales que están contagiados en todo el mundo Occidental. En 1ª Co. 13:4, el Rav Shául habla del amor ahaváh, que es un amor sacrificial que viene de Elohím, un amor de madre, que no mira por sí misma, sino por los demás y coloca a los demás primero, por encima de uno mismo.
Dice Shául: “El amor no se jacta, no busca lo de sí, no recuerda lo malo. Siempre protege, siempre confía, siempre tiene esperanza, y siempre persevera”.
El considerar a los demás como mejores que uno mismo significa el apreciar las cualidades buenas de los demás, el dar gracias por ello a Elohím y no mirar tanto sus errores ni sus debilidades. También debemos entender que el no considerarse mejor que los demás es porque Elohím nos ama a todos los igual y no tenemos por ello de qué jactarnos, de que somos mejores delante suyo. Si queremos jactarnos, dice el Tanáj, podemos jactarnos de “conocerme y entenderme” como dice en Irmiáhu/Jer. 9:23.
         El “conocerme y entenderme” es la única meta que vale la pena en nuestras vidas espirituales. Es lo único de lo cual, realmente, podemos jactarnos.
6.   Tener humildad.
Por último, la humildad es algo que todos debemos adquirir en nuestra vida espiritual y es especialmente cierto para nosotros, los que lideramos. Debemos abandonar el “viejo Adám” (palabra que viene de “Adamáh”=tierra, lo que muestra lo que realmente somos: polvo) y “vestirnos” del Nuevo Adám, de Ieshúa, es decir, comportarnos en el día a día como Ieshúa, que, de ser Elohím mismo, se humilló hasta lo máximo para enseñarnos a ser como Él desea que seamos. Sólo en este espíritu, en este marco de comportamiento y de relacionamiento estaremos construyendo y encontrando la unidad que tanto buscamos. La Unidad no está en una “casa encantada” en algún lugar donde hay que ir a buscarla. La Unidad la construimos nosotros, con nuestro agacharnos delante de los demás y el servirlos, en vez de reinar sobre ellos, como nos enseñó Ieshúa mismo, cuando nos comparaba con los gentiles, que reinan sobre sus súbditos.
Al enemigo le fascina cuando nos peleamos por cualquier cosa, o, aunque sea, no podemos ponernos de acuerdo en lo más mínimo. No podemos educar a todos al mismo tiempo. Pero sí, podemos educarnos a nosotros mismos y aceptar esta situación de parte de los demás, prometiéndonos no hacer la tarea del enemigo, y colaborar con él, discutiendo y peleando contra nuestros hermanos de la sinagoga mesiánica.
Así, la humildad es una condición mental y emocional indispensable para serle útil a Elohím. El rey Shául no falló porque era un mal militar: falló porque le faltaba humildad delante de nuestro Elohím judío. Él sólo se interesaba en él mismo y en su orgullo y fue abandonado por Elohím y David tomó su lugar, justamente caracterizado por su humildad  y su amor por Elohím. Bien dijo Ieshúa: “Benditos los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos/Mimshélet ha Shamáim” (Mt. 5:3)
7.   Preocuparse por los problemas y dificultades de los demás, en vez de estar sólo concentrados en los nuestros.
Una persona que evita la división y logra la unidad que tanto anhelamos, es aquella que pone los problemas y las dificultades de los demás en su corazón y ora y se interesa por ellos, tratando de encontrar una solución, o tratando que Elohím les encuentre una solución, porque nosotros, en realidad, NADA podemos hacer por nuestra cuenta.
Debemos ver nuestra sinagoga mesiánica, como siempre lo decimos personalmente, como una gran familia. ¿A quién no le preocupa su propia familia? Cada hermano, hermana, tiene problemas diferentes, situaciones difíciles diferentes, en momentos diferentes. Debemos estar atentos y ayudar en todo aquello que podemos. Algunos tenemos automóviles, podemos ayudar en acercar a los que no lo tienen más cerca de sus hogares. Algunos tenemos facultades de orar, interceder o liberar; debemos usar estos regalos de Elohím para ayudar a nuestros hermanos, pero siempre bajo la cadena de mando del rabino de nuestra sinagoga, porque, de otra manera, estamos actuando en desorden y en rebeldía.
Elohím se goza en ver nuestra Unidad y cómo dispersamos la división y la falta de cooperación entre sus hijos.

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